En los últimos meses me he enterado de que algunos legisladores han expresado sus deseos de plantear más leyes para castigar y regular conductas que son consideradas violencia contra las mujeres. Este es un ejemplo de cómo el feminismo ha tenido grandes avances en nuestro país, especialmente entre las clases medias urbanas.1 La lucha por la justicia para las mujeres me parece necesaria y motivada en la mayoría de los casos por la buena fe. Sin embargo, en un sistema político que afirma ser laico, es decir, que oficialmente se considera a sí mismo sin religión, vale la pena preguntarse sobre qué bases éticas y morales se pueden establecer leyes que protejan a las mujeres sin que parezca que la sociedad “machista” está siendo condescendiente con ellas o sin que el resultado sea un sistema de leyes absurdas que causen toda clase de abusos y conflictos legales. Los políticos y pensadores “ateos” creen hallar en el humanismo la respuesta a la violencia contra la mujer, pero ¿Es el pensamiento humanista una base sólida para lograr la justicia? Yo creo que no, porque el humanismo está fundamentado en ideas que se contradicen a sí mismas y hasta algunos argumentos feministas.
Les doy dos ejemplos:
El humanismo afirma la igualdad entre las mujeres y los hombres sin ninguna otra consideración. Si esto es así, entonces las mujeres no deben tener vagones especiales para ellas en el metro. ¿Qué no son iguales a los hombres en todo? ¿Tienen que ser cuidadas como si fueran seres inferiores? ¿No es esta medida humillante para la inteligencia y capacidad física de la mujer?
Otro: Es una idea humanista que las mujeres ejerzan su libertad y derecho a vivir su sexualidad como cada una decida. Por lo tanto, las mujeres que se embarazan y no desean tener el producto no deberían recibir apoyos especiales para tener abortos gratuitos ni exigir que los padres biológicos de sus hijos les ayuden en su manutención. Ellas, por ser libres e iguales a los hombres, deberían asumir lo que son como producto de la evolución y así ser independientes como lo puede ser cualquier hombre. Lo contrario sería aceptar que las mujeres tienen desventajas naturales y por lo tanto deben ser ayudadas. Esto es inaceptable para las feministas.
Entonces, el exigir leyes de género ¿No es una manera de considerar a las mujeres inferiores y diferentes a los hombres? ¿Son más débiles que los varones? o son iguales. El pensamiento humanista-feminista es absurdo en sí mismo y para muestra basta un botón.
Analiza IEMNL (Instituto Estatal de la Mujer del Estado de Nuevo León) incluir sanciones a las miradas lascivas en nueva ley.
El debate acerca de las miradas lascivas que causó polémica en la Asamblea del Distrito Federal podría llegar a Nuevo León, donde se prepara el reglamento para la Ley Estatal de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
De acuerdo con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia (aprobada a nivel federal en febrero de año pasado), violencia sexual es cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto.
…” La funcionaria destacó que las miradas lascivas son una situación muy común que viven las mujeres pero es algo difícil de establecer como un delito.
Es un instante de milésimas de segundos, que es imposible decir que vamos a grabar la mirada supuestamente lasciva de una persona, comentó la abogada, quien reconoció la dificultad que se enfrentaría para denunciar.
(En Milenio Diario 11 de Noviembre 2011)
El humanismo puede ser bienintencionado, pero no tiene la lógica necesaria para servir de base a leyes que verdaderamente ayuden a lograr la justicia y la libertad. Al negar que el ser humano fue creado por Dios con un orden que rige nuestra naturaleza, el humanismo es incapaz de encontrar las soluciones a los problemas que nos aquejan porque desconoce la naturaleza misma del hombre y de sus relaciones. El humanismo es un sistema de pensamiento arbitrario porque si como dice Protágoras “El hombre es la medida de todas las cosas” entonces ¿Quién puede establecerse a sí mismo como juez sobre los demás seres humanos? ¿Quién puede ser tan arrogante como para definir qué es lo bueno y lo malo para los demás? El humanismo está condenado a llegar siempre a la conclusión perversa de que todas las personas están en su derecho de vivir como quieran y de ser respetados. Bajo esa premisa ¿Cómo se pueden establecer leyes justas que protejan a las mujeres? ¿No será el feminismo un grupo más que solo trata de manipular a otros para lograr los intereses de su agenda?
La Biblia nos dice que Dios creó al ser humano con sabiduría y esa sabiduría se manifiesta, entre otras cosas, en un orden moral que al ser ignorado o roto intencionalmente acarrea consecuencias negativas para los individuos y la sociedad en su conjunto.
Si Dios creó a la mujer como un ser igual al varón, con la misma dignidad, entonces debemos reconocer que cualquier falla en respetar a la mujer va en contra del orden establecido por Él. Esto, en la fe cristiana, se llama pecado. En el orden de Dios, la mujer y el varón son iguales en dignidad, pero con diferencias que establecen diferentes funciones y responsabilidades. De acuerdo al orden bíblico, el cuidar a la mujer de manera especial no es denigrarla, es honrar la forma en la que fue creada y darle el lugar especial que Dios le ha asignado, no el varón.
De la costilla que le había quitado al hombre, Dios el Señor hizo una mujer y se la presentó al hombre, el cual exclamó: «Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará “mujer” porque del hombre fue sacada.» Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser. En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza
Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella26 para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra,27 para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable.28 Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo,29 pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia.
Si un hombre ve con lascivia a una mujer no hay duda de que es violencia. Cristo dice, “Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio.” Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.” (Mateo 5:27-28) Desde la perspectiva de Dios la lascivia afecta el carácter moral del varón y la dignidad de la mujer.
Mientras el ser humano menosprecie el consejo imparcial de Dios y rechace su legítima autoridad como creador, la solución a la violencia contra las mujeres seguirá siendo un intento sin esperanza, leyes absurdas que presumen de progresismo y que ignoran el origen de este problema social, nuestra separación espiritual y moral de Dios.
1 (Manuel Guillen en Milenio Semanal “El Machismo Interconstruido”)