Una vez que nos conectamos a la fuente suprema de poder y descubrimos el verdadero poder del dominio propio recuperamos la autoridad que una vez Eva le entregó a Satanás (1 Jn 4:4). El Espíritu Santo es más poderoso que el que está en el mundo (Satanás).
¿Qué hacemos en realidad para recuperar esta autoridad? Debemos entender
quiénes somos en verdad gracias a la muerte de Cristo a fin de
liberarnos de la ley del pecado y de la muerte.
La manera en que nos vemos afecta nuestra vida
y las decisiones que tomamos. Si nos vemos débiles, tentados fuera de
todo control o necesitados, así nos comportaremos. Y, si esto es lo que
creemos y así nos comportamos, la muerte de Cristo en la cruz fué en
vano. Él murió para que su Espíritu Santo llenara nuestro vacío, sanara
nuestro corazón y satisfaciera todas nuestras necesidades.